Rosa Isabel Céspedes Callaca fue declarada muerta tras sufrir un accidente automovilístico. Lo anterior ocurrió durante la tarde del pasado martes 26 de abril en la provincia de Chiclayo, al norte del Perú.
Como cualquier fallecido, los familiares de la mujer de 36 años decidieron realizarle un funeral para posteriormente enterrarla; sin embargo, minutos antes, cuando su ataúd estaba siendo trasladado hacia el cementerio, ella comenzó a golpear la tapa del féretro por dentro.
De inmediato, una de sus parientes abrió la caja y la encontró con los ojos abiertos y signos vitales.
«Estaba sudando. En ese momento, corrí hasta la oficina lo más rápido que pude y llamé a la policía para notificarles de lo que estaba ocurriendo», relató el administrador del cementerio a medios locales.
Cuando llegaron los médicos, confirmaron que tenía signos vitales débiles, por lo que trasladaron el féretro al hospital, donde tras conectarla a diferentes máquinas, registró una leve saturación. No obstante, poco después se certificó de nuevo la muerte.
Rosa dejó a tres niños de 5, 11 y 17 años, quienes junto con otros familiares están exigiendo explicaciones de por qué se dio por muerta la primera vez, argumentando que de haber recibido el tratamiento adecuado, podría haberse salvado; ellos lo atribuyen a que, durante el velorio, solo estuvo en coma.
Autoridades del hospital presumen que el caso pudo ser un episodio de catalepsia, un estado biológico en el que una persona está inmóvil y sin signos vitales, aunque en realidad está consciente, según información de Diario Correo.
De acuerdo con la Revista de Historia de las Neurociencias, la catalepsia, como se conoce a la muerte aparente, se trata de un estado biológico en el cual una persona yace inmóvi y sin signos vitales, cuando en realidad se halla en un estado consciente que puede, a su vez, variar en intensidad: en ciertos casos el individuo se encuentra en un vago estado de conciencia, mientras que en otros pueden ver y oír a la perfección todo lo que sucede a su alrededor.
A lo largo de la historia la forma de diagnosticar la muerte de una persona ha sufrido variaciones. Durante siglos se aceptó que la ausencia de respiraciones, de pulso, de latidos eran signos inequívocos de fallecimiento. Actualmente, la ciencia y la tecnología están suficientemente avanzadas como para cometer errores respecto a la muerte; sin embargo, siguen presentándose casos como el de Rosa.