El pasado mes de septiembre, el primer ministro de Pakistán, Imran Khan, sugirió la castración química de los delincuentes sexuales para evitar que reincidan en el futuro, luego de que una mujer fuera víctima de una violación grupal delante de sus hijos tras quedarse sin gasolina en una autopista en la provincia de Punyab, en el noroeste de la nación.
La castración química, ya sea obligatoria o voluntaria (por ejemplo, a cambio de una reducción de condena), se utiliza en una serie de países de diferentes partes del mundo, en primer lugar, como una medida para proteger a los niños de los pedófilos reincidentes. Sin embargo, varios psicólogos, abogados y activistas de derechos humanos abogan por abandonar el método.
De qué se trata
La castración química implica la administración de fármacos anafrodisíacos que reducen la libido del receptor y, supuestamente, la actividad sexual. Este procedimiento como tratamiento para la pedofilia ha reemplazado en muchos casos a la castración quirúrgica, que se considera más brutal e irreversible. De hecho, a diferencia de esta última, los efectos de la castración química sobre el deseo sexual son reversibles y desaparecen cuando se suspende el tratamiento.
Dónde se utiliza
En EE.UU., California se convirtió en 1996 en el primer estado en promulgar una ley de castración química como castigo contra los abusadores de menores. Según las leyes locales, cualquier pedófilo condenado por tener relaciones sexuales con un niño menor de 13 años por segunda vez debe someterese al procedimiento al salir de la prisión.
En actualidad, el método se aplica de una forma u otra en al menos siete estados: Alabama, California, Florida, Luisiana, Montana, Texas, Wisconsin. En Texas, con el consentimiento del delincuente, no solo se puede aplicar la castración química, sino también la quirúrgica (desde 1997, tres violadores pasaron por el procedimiento). La castración química también es legal en la isla de Guam, territorio no incorporado de EE.UU. en el Pacífico, aunque las autoridades locales nunca han recurrido a esta práctica.
Hoy en día, varios Estados europeos utilizan la castración química, entre ellos, Francia, Dinamarca, Suecia, Noruega, Estonia y Alemania. En la mayoría de estos países, el procedimiento no puede imponerse como sanción obligatoria, si bien los tribunales pueden prescribirlo como una de las condiciones para la reducción de la sentencia o liberación. Sin embargo, en algunos países, como Polonia, desde 2009 es posible condenar a los agresores sexuales a la castración química obligatoria (por la violación de niños menores de 15 años y por incesto).
En junio de 2019, Ucrania aprobó una ley sobre la castración química forzada de pedófilos. El procedimiento se aplicará a todos los condenados por abuso infantil, excepto a los delincuentes menores de 18 años y mayores de 65 años. Al mismo tiempo, la pena de prisión por violación de niños aumentó a 15 años.
Por su parte, la República Checa es uno de los pocos países que mantiene la práctica de la castración quirúrgica para los delincuentes sexuales reincidentes (con la condición de que estén de acuerdo con someterse a este tratamiento).
La castración química se practica también en Israel, Canadá, Kazajistán, Corea del Sur, Indonesia y una serie de otros países. En Rusia, según una ley de 2012, las medidas de carácter médico solo se aplican a los pedófilos de forma voluntaria, pero ninguno de los delincuentes a lo largo de estos años ha aceptado dicho tratamiento.
Argumentos a favor y en contra
Se suele afirmar que uno de los principales objetivos del procedimiento es rehabilitar a los delincuentes para que no reincidan, ya que los métodos penales tradicionales (como el encarcelamiento) y las terapias psicológicas (como la terapia cognitivo-conductual) no han sido particularmente eficaces para prevenir la reincidencia entre los agresores sexuales. Entre otros argumentos a favor, se cita la ausencia de los efectos secundarios graves, el efecto rápido del procedimiento, así como su carácter más humanitario y reversible (en caso de un error judicial, basta con dejar de consumir medicamentos para volver a tener una vida plena), recoge TJournal.
El psicólogo británico Ludwig Lowenstein, autor de ‘Paedophilia: The Sexual Abuse Of Children, Its Occurrence, Diagnosis And Treatment’, argumentaba en su día que, en caso de algunos pedófilos y delincuentes sexuales, «sus deseos retorcidos son una parte tan importante de su personalidad que no pueden ser erradicados con psicoterapia, asesoramiento, educación o apoyo«. En este sentido, se mostraba a favor de la castración química, además de una supervisión más rigurosa de los delincuentes.
Por otro lado, quienes se oponen a la castración química a menudo señalan que el uso a largo plazo de algunos de estos fármacos sí se asocia con efectos secundarios adversos permanentes, incluido un mayor riesgo de osteoporosis, enfermedades cardiovasculares y alteración del metabolismo de la glucosa y los lípidos. Otros argumentan que esta medida desencadenaría una ola de abusos policiales, que no es adecuada para el tratamiento de mujeres pedófilas, o que no afecta por igual a todas las personas.
Isabela Mingues, subdirectora del Departamento de Teoría del Derecho y Derechos Humanos de la Academia de Volgogrado del Ministerio del Interior de Rusia, cree que la castración química solo podría dar sus frutos si se combina con una asistencia psiquiátrica y psicológica.
Entretanto, Mijaíl Vinográdov, director de un centro de asistencia legal y psicológica en situaciones extremas, sostiene que este procedimiento solo ayuda en la lucha contra los pedófilos enfermos mentales. En caso de aquellos que son conscientes de sus acciones, la castración forzada solo provocará un aumento de la agresión.
Estudios limitados
La Federación Mundial de Sociedades de Psiquiatría Biológica (una organización internacional que representa a más de 4.500 psiquiatras profesionales) constata que muchos de los estudios que respaldan la afirmación sobre la eficacia de la castración química solo proporcionan evidencia limitada, lo cual se debe a que muchas de estas investigaciones carecen de controles adecuados, en parte por razones éticas.
A este respecto, el periodista Rich Haridy de New Atlas explica que la única forma de demostrar la eficacia del método sería mediante un ensayo clínico riguroso. Sin embargo, «no existe absolutamente ningún organismo ético en el mundo» que apruebe dar placebos a hombres condenados por abuso sexual infantil y luego liberarlos como grupo de control para comparar sus resultados con un grupo que sí tomó los medicamentos, subraya.