La esposa de Marcelino falleció este domingo 24 de mayo alrededor de las 2 de la madruga en el Hospital General de Ticomán, en la Ciudad de México. La señora ingresó hace 14 días con tos y fiebre.
“A las 11 de la mañana de este sábado, en los informes telefónicos, me dijeron que estaba estable y en la madrugada me llaman para decirme que ya había fallecido. Es de no creerse. No le hicieron la prueba de la enfermedad esa pero en el acta de defunción pusieron neumonía y entre paréntesis Covid”, dice Marcelino entre lágrimas.
Su familia, que lo acompaña hoy en la entrada del crematorio público de la Alcaldía de Cuajimalpa, lo acompañó también en la odisea de conseguir un lugar para cremar el cuerpo.
“Fuimos a tres funerarias, en las tres nos dijeron que no había crematorio disponible para la incineración,que pondrían a mi esposa en lista de espera y hasta dentro de 72 horas habría lugar para incinerarla. Se iba a tener que quedar en el hospital porque no dan el cuerpo si no tienes ya agendada la cita para la cremación, así que seguimos buscando”, cuenta Marcelino.
Fue hasta la cuarta funeraria que visitaron donde les dijeron que podían conseguirles un espacio antes de las 72 horas en el crematorio de la Alcaldía de Cuajimalpa. “No sé cómo lo consiguieron pero qué bueno porque ya hemos pasado por mucho”, dice Marcelino antes de volverse a romper.
Por número de fallecimientos causados por COVID por cada 100 mil habitantes, Baja California tiene la posición número uno a nivel nacional, Ciudad de México está en el lugar dos, Quintana Roo es el tercero y después le siguen Tabasco y Sinaloa.
En el Valle de México, que integra a la capital y al Estado de México, se está cremando al 90% de los fallecidos. Las familias que en estos días pierden un integrante, deben agregar a su pena la de ir de una funeraria a otra buscando lugar para incinerar a su difunto.
Antes del coronavirus, los empleados del crematorio público de la alcaldía de Xochimilco, en la Ciudad de México, terminaban su jornada a las 5 de la tarde. Ahora se dividen en tres turnos para inhumar y cremar las 24 horas del día, de lunes a domingo.
Roberto Palomo Regino, jefe de la Unidad Departamental de Panteones de Xochimilco, cuenta a Animal Político que les envían cuerpos de todas las alcaldías, de casos confirmados y sospechosos de coronavirus. Están saturados de trabajo, con un promedio de 30 inhumaciones o cremaciones al día.
Antes del COVID solían hacer cuatro inhumaciones y no más de cinco incineraciones por día.
En abril cremaron a 84 personas con sospecha o caso confirmado de COVID-19. En mayo, la cifra subió a 288. Además, han inhumado 76 cuerpos desde el inicio de la epidemia, solo de afectados por el nuevo coronavirus o con la sospecha de serlo.
“Estamos llenos completamente”, menciona. Aunque asegura que no tienen cuerpos apilados afuera de los crematorios. Las incineraciones las trabajan con una programación anticipada. Desde el jueves 21 de mayo, tenían la agenda llena por los próximos cuatro días. Y para ese entonces ya tendrán otras en lista de espera.
Donde los cuerpos sí esperan es en los hospitales. De acuerdo a los lineamientos emitidos por el gobierno federal para el manejo de cadáveres, para la entrega del cuerpo por parte del personal de la institución de salud, la familia debe contar ya con un plan de disposición final del fallecido y con los servicios funerarios contratados.
Palomo Regino cree que son los mismos hospitales los que están provocando un problema.
En los hospitales le están diciendo a la gente que debe cremar a sus fallecidos, acusa, cuando no es obligatorio hacerlo en caso de muertes por COVID-19. También está la posibilidad de inhumar, un proceso más sencillo para los trabajadores funerarios, con las medidas de higiene correspondientes, agrega.
Personal de funerarias (sobre todo irregulares o que no cuentan con cuartos fríos para el resguardo de los cuerpos) que rondan las clínicas o los juzgados diciendo a la gente que cuando un familiar muere por COVID tiene sólo cuatro horas para cremarlo también están provocando ese cuello de botella.
Ellos, señala Palomo Regino, explotan la desesperación de la gente para que les contrate el servicio, aunque luego esos establecimientos no tienen un lugar definido para cremaciones.
Una primera versión emitida por las autoridades federales de la guía para el manejo de cadáveres sí recomendaba la incineración de los fallecidos por COVID.
Después el gobierno federal corrigió. En una de las conferencias vespertinas, el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell explicó que, para respetar la Ley de Víctimas, en un país con al menos 61 mil personas desaparecidas, esa recomendación se enmendaría. Así fue.
Para entonces, la idea de la incineración ya se había esparcido en un país que no tiene los suficientes crematorios para responder a una demanda como la que ha desatado la pandemia de COVID-19.
De acuerdo a datos de INEGI, existen 5,924 unidades económicas en toda la República dedicadas a servicios funerarios. El Estado de México y la capital tienen el mayor número, con 688 y 420.
Sin embargo, no todas las funerarias cuentan con crematorios. De hecho, únicamente existen alrededor de 500 en todo el país, de acuerdo a cálculos de la Asociación Nacional de Directores de Funerarias (ANDF).
Hasta ahora no se habían necesitado más, ya que las personas preferían inhumar a sus familiares fallecidos. Aunque hay excepciones. En el Valle de México, por ejemplo, siete de cada diez muertos eran cremados antes de la pandemia. Ahora son nueve de cada diez. Y los hornos no dan abasto.
“Con más de 5 mil unidades en el país, las funerarias estamos lejos de estar rebasadas por el número de fallecimientos por COVID. Ningún estado nos ha reportado un problema así. Si una funeraria ya está al 100% de su capacidad hay otras que pueden atender a los deudos”, subraya Roberto García, vicepresidente de la ANDF. El problema es conseguir lugar para incinerar el cuerpo.
En un país con una demanda baja de cremaciones, ni las autoridades ni los privados se habían preocupado por elevar el número de hornos.
En Baja California y Sinaloa, primer y quinto estados con más fallecimientos por COVID por cada 100 mil habitantes, los gobiernos locales no tienen un solo crematorio público, todos son privados.
En Ciudad de México, hace 10 años, el gobierno local invirtió en hornos que se quedaron subutilizados, dice García. “Y esos son equipos muy caros, porque no deben contaminar. Un horno debe arrojar al ambiente menos emisiones que un puesto de hamburguesas”.
Cuando se ven imágenes de un crematorio que saca humo es por algún descuido en la operación. “Toda exposición al fuego de la materia si se hace de forma acelerada, arroja mucho humo, es como cuando se le sube la flama a la comida. Pero en realidad el proceso de incineración debe ser muy ecológico, por eso los hornos son costosos”, explica el directivo de la ANDF.
La inversión en estos equipos va desde los 90 mil dólares hasta los 200 mil por cada horno. “Por eso los gobiernos no invierten en esto, aunque no solo es el precio, para qué hacen el desembolso si después los hornos van a estar subutilizados”.
“Sí es posible que haya cuerpos en los hospitales, pero es porque la familia tarda en encontrar un servicio funerario por esto de que andan dando vueltas buscando donde lo hagan más rápido, en 12 o 24 horas. En eso pueden perder hasta un día, y al final no encuentran quien lo haga en ese lapso por la saturación en los hornos”.
Lo otro que retrasa los servicios es que a las familias les cuesta reunir la cantidad para pagarlo (el costo está en 14 mil pesos en promedio) aunque en el caso de la Ciudad de México, las autoridades han costeado 560 hasta el 20 de mayo, de acuerdo a información del gobierno local.
También está la opción de hacerlo en crematorio público donde el servicio es gratuito, cuando los decesos se reportan al sistema C5, pero ahí el problema es el tiempo de espera.
La opción más tradicional, la de inhumar, se está encontrando con facilidades por parte de las instituciones. En Sinaloa, por ejemplo, explica Erik Martínez, encargado de la funeraria Mission, una situación que ayuda a que no haya saturación de cadáveres en ese estado es que por orden del gobierno los panteones están cerrando hasta las 12 de la noche.
Esto permite que el cuerpo sea inhumado el mismo día en que fallece. “Con esta disposición, aunque yo reciba el cuerpo hasta las 6 o 7 de la noche tengo tiempo de cremarlo o sepultarlo el mismo día, ya que prepararlo solo me toma media hora (…) esto ha ayudado a que no lleguemos al límite”.
Palomo Regino, jefe de la Unidad Departamental de Panteones de Xochimilco, dice que al menos en esa alcaldía los camposantos tampoco están saturados.