Fatal final de un joven y brillante estudiante veracruzano, quien falleció tras vacunarse contra la influenza en el estado de Tamaulipas.
Hace poco más de cinco años, Eduardo Santiago Manuel salió de Tepezintla, Veracruz, con unos cuantos pesos en el bolsillo, pero con muchos sueños e ilusiones, quería ser alguien en la vida, era muy inteligente y estaba convencido de que tenía potencial y triunfaría en todo lo que se propusiera. Hoy su familia y amigos le lloran porque perdió la vida días después de haber sido vacunado contra la influenza.
En ese pueblo del norte de Veracruz, donde habitan no más de 14 mil personas, muchos jóvenes se ven obligados a emigrar ante la falta de oportunidades y el abandono del gobierno estatal, municipal y federal, no de ahorita, sino de muchos años.
Primero se fue a la Ciudad de México y después de un tiempo vio en Tampico, Tamaulipas, un buen lugar para lograr sus metas y estar un poco más cerca de su familia.
Eduardo trabajaba durante el día en una tienda de autoservicio, donde atendía el área de farmacia y por la noche vendía hot dogs, lo que le permitía completar sus ingresos. Ya casi terminaba su carrera de Administración, le faltaba un año.
Para poder atender todas sus responsabilidades solo dormía cuatro horas diarias.
A sus 31 años de edad, era el más joven de nueve hermanos y el sostén económico de sus padres. La familia lo consideraba el más fuerte de la casa y el más inteligente, su máximo orgullo.
Estaba soltero, antes de casarse y formar su propia familia aspiraba a concluir su carrera y tener un buen trabajo. Deseoso de superarse, su promedio en la universidad era el mejor.
“Hermanita, yo voy a ser alguien en la vida, yo tengo potencial para ser jefe, pero me falta el papel y lo voy a conseguir”, le decía a Rosa Elvia.
Para lograrlo, él salía de su casa desde las cinco de la mañana y regresaba a la una de la madrugada, solo dormía escasas horas, pero eso no le importaba pues iba por sus metas.